28-oct-11. Una pequeña luz se asoma de entre el vestuario
antes de ingresar y con la cabeza baja a modo de costumbre te calzas los
botines y te acomodas las espinilleras incluso, a sabiendas de que podrías
llevarlas en la mano de camino al campo, o más bien, al banquillo, cuando
piensas que no hay más y que a causa de las malas rachas has sido desbancado y
que hoy, como en semanas anteriores a modo de burla seguirás calentando en la
orilla del césped y por tu indesición y la ambición de otros derivado de la doble
cara de quienes mandan, las falsas esperanzas y favoritismos de los nuevos
elementos te verás mermado en situaciones desesperantes a las cuales, tu; como
un grande que eres y por el apellido en la parte alta de tu camiseta vista
desde atrás; no estás acostumbrado.
Incluso por momentos piensas que quien viene pujando es más
talentoso, ¿talento?, si se demuestra cada vez que entras al campo e impartes
cátedra de tu buen trabajo que sin hablar y a pesar de tu frustración,
demuestras con destellos en las prácticas e interescuadras en donde los últimos
días te has tenido que desempeñar, conformándote con ver tu nombre en la semana
en temerosas publicaciones que se hacen llamar saludos y uno que otro abrazo
que el fútbol, ilusionándote, te regala y te saca una sonrisa que de igual
forma sabes que solo te complace en el momento.
Pero cuando el técnico te llama y te da la oportunidad, a
pesar de que tú la pediste y levantaste un poco la voz, aunque la exigencia
fuera clave y sin necesidad de hacerlo, te han pedido una labor poco usual en
ese tipo de circunstancias del juego tal vez para ponerte el pié, tal vez porque
era necesario, quién sabe, ese sonido del público que aplaude y recuerda por
momentos que eras tú quien se encargaba de hacerlos gritar, ese nerviosismo
como el de la primera vez, esa emoción que te recuerda que eres tú, y solo tú,
el encargado de vestir de gloria la noche, ahí está demostrado, cuando algo
está bien hecho no necesitas a nadie más para hacerlo, y no esta mas utilizar a
alguien o prescindir de quién te pone una asistencia o te acomoda la pelota, la
vida es un juego de equipo, pero que mejor que ver el crédito entero de la
jugada con tu nombre y saborear, al menos por un instante, esa miel de salir
avante y enorgullecerte de tu jugada para ver la repetición, una, y otra, y
otra vez.
En la vida aprendes muchas cosas, y hoy, me he quedado con enseñanzas
importantes, aprendí que la desesperación no necesariamente va de la mano con
la poca actividad, que es mejor no declarar y dedicarse a trabajar, que no es
una mera declaración en mal momento y que existe la posibilidad de concentrarse
en la labor futbolística de cada día, que siempre habrá alguien detrás que
busca hurtar tu posición y no precisamente con intenciones maquiavélicas, que
como todo ciclo puede llegar el momento de cerrar algunos y de abrir otros, que
quede claro que este relato no habla de amor, ni de depresión, ni de ninguna
clase de sentimiento extraño y que me pone como loco a escribir caracteres frente
a un teclado, simplemente es, como todos los demás, el reflejo de la vida, en
una cancha de fútbol.
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