jueves, 27 de octubre de 2011

Resurrección




Por Omar Ortega Jaime

28-oct-11. Una pequeña luz se asoma de entre el vestuario antes de ingresar y con la cabeza baja a modo de costumbre te calzas los botines y te acomodas las espinilleras incluso, a sabiendas de que podrías llevarlas en la mano de camino al campo, o más bien, al banquillo, cuando piensas que no hay más y que a causa de las malas rachas has sido desbancado y que hoy, como en semanas anteriores a modo de burla seguirás calentando en la orilla del césped y por tu indesición y la ambición de otros derivado de la doble cara de quienes mandan, las falsas esperanzas y favoritismos de los nuevos elementos te verás mermado en situaciones desesperantes a las cuales, tu; como un grande que eres y por el apellido en la parte alta de tu camiseta vista desde atrás; no estás acostumbrado.

Incluso por momentos piensas que quien viene pujando es más talentoso, ¿talento?, si se demuestra cada vez que entras al campo e impartes cátedra de tu buen trabajo que sin hablar y a pesar de tu frustración, demuestras con destellos en las prácticas e interescuadras en donde los últimos días te has tenido que desempeñar, conformándote con ver tu nombre en la semana en temerosas publicaciones que se hacen llamar saludos y uno que otro abrazo que el fútbol, ilusionándote, te regala y te saca una sonrisa que de igual forma sabes que solo te complace en el momento.

Pero cuando el técnico te llama y te da la oportunidad, a pesar de que tú la pediste y levantaste un poco la voz, aunque la exigencia fuera clave y sin necesidad de hacerlo, te han pedido una labor poco usual en ese tipo de circunstancias del juego tal vez para ponerte el pié, tal vez porque era necesario, quién sabe, ese sonido del público que aplaude y recuerda por momentos que eras tú quien se encargaba de hacerlos gritar, ese nerviosismo como el de la primera vez, esa emoción que te recuerda que eres tú, y solo tú, el encargado de vestir de gloria la noche, ahí está demostrado, cuando algo está bien hecho no necesitas a nadie más para hacerlo, y no esta mas utilizar a alguien o prescindir de quién te pone una asistencia o te acomoda la pelota, la vida es un juego de equipo, pero que mejor que ver el crédito entero de la jugada con tu nombre y saborear, al menos por un instante, esa miel de salir avante y enorgullecerte de tu jugada para ver la repetición, una, y otra, y otra vez.

En la vida aprendes muchas cosas, y hoy, me he quedado con enseñanzas importantes, aprendí que la desesperación no necesariamente va de la mano con la poca actividad, que es mejor no declarar y dedicarse a trabajar, que no es una mera declaración en mal momento y que existe la posibilidad de concentrarse en la labor futbolística de cada día, que siempre habrá alguien detrás que busca hurtar tu posición y no precisamente con intenciones maquiavélicas, que como todo ciclo puede llegar el momento de cerrar algunos y de abrir otros, que quede claro que este relato no habla de amor, ni de depresión, ni de ninguna clase de sentimiento extraño y que me pone como loco a escribir caracteres frente a un teclado, simplemente es, como todos los demás, el reflejo de la vida, en una cancha de fútbol.

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