domingo, 11 de marzo de 2012

¡Como no te voy a querer!




Por Omar Ortega Jaime

¡Cómo no te voy a querer! Si te has robado el aliento de una afición completa que se había aburrido ya de no cosechar triunfos y mantenerse al borde de las derrotas y triunfos pasajeros, poco frecuentes, que al final derivaban en lo mismo, como no hacerlo si desde que me puse tu camiseta y mi piel se pintó de tus colores supe que moría por meterme al césped con la misma y que estaba dispuesto a defenderla con el alma, aguerrido y perseverante frente al marco rival.

¡Cómo no te voy a querer! Si después de cada enfrentamiento y cuando el tiempo da el silbatazo final me queda la sensación de no querer que termine el encuentro, si jugaría tiempos extras y con la misma contundencia, y odio el momento de quitarme la camiseta en el vestidor después de cada cotejo, es increíble incluso el pensar que a pesar de apenas dar inicio a la temporada ya te quiero como si hubieras sido mi casa desde mi formación como balompedestre y no un club más de entre los tantos que pisé y visité en mi trayectoria como trotamundos de fútbol.

¡Cómo no te voy a querer!, me pasa por la mente y me lo pregunto cada vez, si solo soy un hombre laberíntico que encontró su Ariadna y que incluso ante la situación, se muestra incrédulo pero emocionado al ver ondear la bandera de tu rostro antes de cada entrenamiento, de cada regate, de cada partido, de cada enfrentamiento.

¡Cómo no te voy a querer! Si no te busqué, llegaste, si no fue el trabajo de mi promotor quién se encargó de robar tu sonrisa y engañar a la directiva para acceder a tu vestidor, si inexplicablemente y sin darme cuenta quedé encantado con la grada y el color de tu mirada, que a la par de la belleza de tu juego y el canto de tus hinchas se convierten en la fiesta que solo el juego y ese aroma a perfume pueden recrear durante noventa minutos que se resumen en instantes mágicos, instantes de adrenalina, instantes de ti.

¡Cómo no te voy a querer! Lo pienso, lo escucho y lo medito, mientras creo que no es necesario incluso pensarlo, mientras tomó la pelota y me esfuerzo por que cada amague y cada movimiento sean perfectos, estilizados, por primera vez parece no existir margen de error entre una esférica dividida y un trazo al espacio que no se puede ir por línea final como un intento más de anotar, a pesar de ser un experto y de pocas veces haber fallado, me estreso y me lleno de nervios cuando el compañero empuja la pelota a mis piés y me emociona la sensación de ser un novato entre la grandeza que tu escudo en mi pecho representa y el peso que tiene tu nombre en mi dorsal, como siempre llegar a un club nuevo te llena de ilusión desde el momento en el que te involucras con quien será el refugio de tus emociones, y hoy, a pesar de las vivencias y enseñanzas que la red y las mujeres han dejado a su paso, me siento como un debutante y joven futbolista que busca conquistar tu corazón y el de tus hinchas mediante sus goles y primeros destellos de buen fútbol y que con cada jugada, con cada disparo, con cada sonrisa, hace crecer la duda que lo perturba desde hace ya un par de semanas: ¡Cómo no te voy a querer!

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