martes, 21 de febrero de 2012

Muerte Súbita




Por Omar Ortega Jaime

Once pasos, la portería, la pelota, el manchón y tu, cuestión de decisión, cuestión de ser valiente y alzar la mano para cobrar la pena máxima que se convierte en una “Y” de cara al destino tuyo, del club, de la directiva y de miles y miles de aficionados que podrían llorar o empezar el sueño de continuar en el certamen paso a paso con la mira puesta en la coronación.

Un arma de doble filo, una situación totalmente impredecible y que cual round robin se pinta cardiaco y en posibilidades amplias tanto de un costado como del otro. Revisar las posibilidades es absurdo y un tanto burdo cuando te encuentras ya frente a la esférica y cuando te has postulado para cobrar el tiro al hacer saber que necesitas expresar algo, no hay margen para pensar y visualizar lo que puede suceder, ni de reflexionar en la catástrofe que sería errar la pena máxima para un puñado de hinchas que convertidos en sentimientos llorarían la eliminación y tendrían que esperar a que llegase el próximo certamen para alentar desde el tablón, ni de imaginar la cantidad de emociones y vibraciones que en esa misma tribuna estallarían al ver a la de gajos acariciar la red y escuchar al menos palabras un tanto alentadoras y de acceso a la disputa por la copa.
Evidentemente no es fácil si quiera pararte frente al guardameta y mucho menos dar ese paso que te lleva a poner el pié de apoyo para amagar con marcar las agujetas en la costura y la etiqueta del balón, pero en cuestión de saber que tu equipo, que tú mismo, ante la mala racha y los altibajos que esta profesión conlleva, y que tus fanáticos te piden a gritos que lo hagas de una vez por todas y que salves a la escuadra de la parte baja de la porcentual, te das cuenta de que no hay opción, te pones de pié, llamas al técnico a revisar la lista de cobradores y cerca de despedirte completamente de esa posibilidad al ver que se aleja frente a la entrada de un tren, tomas la pelota y te diriges al punto situado exactamente a once pasos de la línea de cal, esa línea que divide la sangre y el dolor, el llanto con los abrazos, la vida y la muerte.

Nunca eres demasiado experto en nada ni demasiado novato en algo, como en todo, la vida sigue demostrando que no todos los penales se cobran de la misma forma, que cada partido es distinto, que siempre habrá una oportunidad de hacerlo y que errar no constituye un delito ni es motivo de sacrificio para nadie, en momentos como este en los que un centro delantero se siente como si hubiera hecho su primer gol, es cuando te das cuenta de que nada se parece a nadie ni nada se parece en nada a los demás, nunca terminaré de aprender de las mujeres y de la pelota, y eso, cada vez me queda más claro.

@elomarortega
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